La cocina está en pleno movimiento. Las manos vuelan, la masa se expande sobre la mesa en un gesto casi coreografiado, el horno abre y cierra como si respirara y cada ingrediente tiene su lugar y su propósito. No hay gritos, no hay caos. En La Gobernanza, la creación de la pizza es un arte ordenado, que permite que docenas de pizzas salgan perfectas, idénticas y puntuales.
Pero lo sorprendente no es la pizza. Es el orden.
Cada cocinero sabe exactamente qué hacer.
Cada ingrediente está etiquetado.
Cada proceso está documentado.
Cada decisión tiene una lógica invisible que sostiene la calidad final.
A primera vista, parece simplemente una pizzería bien gestionada. En realidad, es algo mucho más interesante.
Bienvenidos a la cocina donde se hornea el futuro del dato.
La Gobernanza es mucho más que una pizzeria. Esta escena pertenece a una pizzería que no existe: una metáfora diseñada para revelar algo mucho más complejo: Jan Meskens la utiliza para explorar uno de los temas más complejos —y más urgentes— del mundo empresarial: la gobernanza de datos o data governance.
Su texto —citado como referencia— usa el arte de hacer pizza como reflejo del esfuerzo colectivo que implica gestionar datos con orden, reglas y roles bien definidos.
Porque, efectivamente, esta historia no trata solo de pizzas. Trata de necesidad, de urgencia y de futuro. De cómo se hornea —en silencio, con método— la información que sostiene cada decisión de una empresa.
Quien entra por primera vez en La Governanza no percibe que está en un templo de la disciplina. Huele a masa fermentando, a tomate recién triturado, a horno de piedra. Pero en realidad, lo que sostiene ese sabor perfecto no es la receta secreta, sino la estructura invisible que mantiene la cocina funcionando como un mecanismo de relojería.
Nada se improvisa.
Nada existe “porque siempre fue así”.
Cada ingrediente tiene un dueño. Cada proceso tiene un responsable. Cada decisión tiene una lógica.
Ese pequeño restaurante ficticio es, en realidad, una representación elegante de algo mucho más serio: el modo en que una compañía data-driven gestiona sus datos.
Y es precisamente allí donde la metáfora alcanza su poder: porque en la vida real, la mayoría de empresas no funcionan como La Governanza.
Funcionan como esas cocinas donde cada cocinero inventa su versión de la receta, donde nadie sabe quién compró qué lote de mozzarella, donde dos pizzas llamadas “Margarita” no saben igual, donde un ingrediente caducado puede arruinar la experiencia de todo un cliente.
En el mundo del dato, eso significa inconsistencia, riesgo, errores, incumplimiento normativo y decisiones equivocadas.
Por eso —y aquí es donde la narrativa deja paso a la realidad— hablar de data governance ya no es hablar de tecnología; es hablar de madurez empresarial, responsabilidad, y capacidad para competir en un mercado que exige precisión quirúrgica.
La gobernanza de datos responde a una pregunta tan elemental como incómoda:
¿Podemos confiar en los datos que usamos para tomar decisiones?
Las empresas suelen dar por sentado que sí. Pero la realidad es algo distinta:
Más del 70% de los usuarios empresariales no confían en los datos que utilizan para tomar decisiones, a pesar de que casi el 90% de las organizaciones considera la calidad de los datos una prioridad.
Para que una organización pueda afirmar con legitimidad que confía en sus datos, necesita asegurarse de que esos datos sean:
Esa es, en esencia, la promesa del data governance: transformar datos crudos en información fiable, útil y explotable por toda la organización.
En La Governanza, esa promesa es tan sencilla como asegurar que todas las pizzas cumplen la receta, sin importar quién las prepare. En una empresa real, es garantizar que todos los departamentos —finanzas, marketing, ventas, operaciones— trabajan sobre la misma versión de la verdad.
No se trata solo de evitar problemas, sino de aprovechar oportunidades. Una buena gobernanza de datos potencia la calidad de los datos y, por ende, la calidad de las decisiones.
Cuando uno entra en la cocina de La Governanza —en mitad del vapor, los cuchillos y el olor a masa recién horneada—, empieza a notar que el secreto no es la receta, sino la coreografía humana que la hace posible.
La Governanza funciona porque cada persona conoce su papel dentro de una obra mayor.
Esa armonía es precisamente lo que convierte a esta pizzería ficticia en una metáfora perfecta para entender la data governance: un sistema donde roles, procesos e ingredientes se orquestan para asegurar consistencia, calidad y confianza.
En la cocina, cada miembro del equipo tiene claro su rol. En la empresa, debería pasar lo mismo.
En el extremo de la cocina está el chef principal, la figura que define la identidad del restaurante: qué pizzas se sirven, qué estándares deben cumplirse, qué ingredientes son aceptables y qué prácticas son innegociables.
Su papel no consiste solo en cocinar, sino en establecer la filosofía que sostiene todo el sistema culinario.
Ese mismo rol, trasladado al mundo corporativo, lo cumple el Data Governance Lead.
Es quien define:
El chef diseña recetas; el Governance Lead diseña cultura del dato.
En el corazón de La Governanza, donde el ritmo se acelera y los pedidos no se detienen, se encuentra el jefe de cocina.
Él no define las recetas, pero sí cómo se ejecutan:
En la empresa, este papel lo encarna el Data Management Lead, el responsable de transformar políticas en operaciones reales.
Si el Governance Lead dice qué debe hacerse, el Management Lead decide cómo. Es la capa que convierte teoría en práctica y visión en ejecución.
Junto al frigorífico trabajan quienes conocen cada ingrediente al detalle: su origen, calidad, tiempo de conservación y el impacto que tiene en la experiencia final.
Son los dueños de la materia prima.
En el lenguaje del dato, estos son los Data Owners, líderes de negocio responsables de definir qué significa realmente:
Ellos deciden el significado, las reglas de uso y los requisitos mínimos que cada dato debe cumplir. Sin ellos, la organización cocinaría a ciegas.
Mientras las pizzas viajan del horno al pase, los inspectores de calidad recorren la cocina en silencio.
Su misión es detectar cualquier irregularidad:
En el ecosistema de datos, esos inspectores son los Data Stewards.
Aseguran la calidad, vigilan estándares, documentan incidencias y mantienen la coherencia del sistema.
En un pequeño despacho sobre el comedor, el consejo de La Governanza se reúne para decidir el rumbo del restaurante. Allí no se discute sobre cómo cortar la mozzarella: se habla de estrategia.
En la empresa, este órgano se convierte en el Comité de Gobernanza, un espacio transversal donde negocio, TI, legal, compliance y líderes de datos debaten sobre prioridades, riesgos, cambios y evolución del modelo.
El consejo define el futuro de la cocina. El comité define el futuro del dato.
Para entender el valor de la gobernanza, basta con cambiar de pizzería. Salir un momento de La Governanza y entrar en ese otro local del barrio que todos conocemos: el que huele bien desde fuera, pero donde algo no termina de funcionar.
Allí, cada cocinero prepara la masa “a su manera”. Uno la estira demasiado, otro la deja gruesa, otro improvisa tiempos de fermentación porque nadie ha dejado constancia del proceso. Los ingredientes se amontonan sin etiquetas; nadie sabe qué lote llegó esta mañana o cuál caducó la semana pasada.
El horno marca una temperatura por fuera y calienta otra por dentro, según quién lo haya manipulado. Y cuando una pizza sale irregular, no hay inspector que la detenga: simplemente llega a la mesa, y el cliente descubre el error demasiado tarde.
El resultado es una mezcla amarga: desorden, ineficiencia y pérdida de confianza.
Lo peor no es la pizza carbonizada. Lo peor es que nadie sabe exactamente por qué ocurrió.
En el mundo empresarial, una cocina así no es una anécdota: es el día a día de muchas organizaciones sin gobernanza de datos.
Los informes, por ejemplo, parecen idénticos, pero cuentan historias distintas: un KPI crece en marketing, cae en ventas y aparece congelado en finanzas. Los datos se duplican, se contradicen, se esconden en silos.
Nadie sabe cuál es la “versión correcta”. Y sin esa versión, tomar decisiones es como cocinar a ciegas.
Los proyectos de inteligencia artificial, tan prometedores en teoría, tropiezan con una realidad silenciosa pero devastadora: si el ingrediente está contaminado, el resultado también lo estará. En la empresa, el ingrediente es el dato.
Sin gobernanza, los datos dejan de ser un activo estratégico y se convierten en algo mucho más incómodo: un pasivo, una fuente constante de incertidumbre y vulnerabilidad.
En La Governanza, la cocina no funciona gracias al talento individual, sino gracias a una coreografía colectiva: roles definidos, procesos claros, estándares comunes. Ese movimiento coordinado —preciso, casi elegante— es exactamente lo que una organización necesita cuando habla de gobernanza de datos.
Porque la gobernanza no es una carga administrativa ni un conjunto de normas rígidas.
Es el sistema operativo que permite que lo complejo fluya sin fricción.
A partir de esta metáfora culinaria, emergen los grandes principios de data governance que toda empresa debería asumir si quiere trabajar con datos confiables, escalables y alineados:
En una cocina desordenada, cada cocinero interpreta la receta a su manera. En una empresa sin gobernanza, cada área define a su manera conceptos tan básicos como “cliente activo”, “venta cerrada”, “ticket medio” o “churn”.
Cuando no existe un glosario común, la organización deja de hablar un mismo idioma.
El dato pierde significado, y la toma de decisiones se vuelve una lotería.
La primera regla de cualquier programa de data governance es clara:
definir para unificar.
Un ingrediente sin responsable se pudre. Un dato sin responsable también.
En la empresa, ese rol lo asumen los Data Owners, que garantizan la integridad y el propósito de los datos de su dominio.
Sin dueños, los datos se deterioran rápido: pierden trazabilidad, coherencia, control y sentido.
El ownership no es opcional: es la columna vertebral del gobierno del dato.
En la pizzería, las recetas están escritas. En la empresa, también deberían estarlo.
Los metadatos, los glosarios, los catálogos y las políticas son la memoria institucional del ecosistema de datos. Cuando la documentación falta, cada equipo “reinventa” el proceso, duplicando errores y generando inconsistencias.
La documentación no es burocracia: es eficiencia, es claridad, es escalabilidad. Sin ella, la empresa se fragmenta en versiones incompatibles de la realidad.
En muchas organizaciones, el mayor cuello de botella en la documentación no es la falta de voluntad, sino la falta de tiempo. Documentar metadatos, linajes, orígenes, dependencias y definiciones a mano es, sencillamente, insostenible. Aquí es donde la tecnología puede hacer lo que ningún equipo humano puede abordar a escala.
Governance for Power BI automatiza ese trabajo: extrae, organiza y documenta de forma sistemática todos los metadatos de tu entorno de Power BI —desde tablas y campos hasta relaciones, dashboards, orígenes de datos y reglas de negocio— creando un inventario completo y siempre actualizado.
En otras palabras: mientras la cocina empresarial crece y se vuelve más compleja, esta herramienta se encarga de mantener el “libro de recetas” al día sin esfuerzo adicional.
Muchas organizaciones se acercan a la gobernanza de datos pensando que su propósito es “poner orden”. Pero la gobernanza no existe para ordenar: existe para habilitar valor. Es el marco que convierte los datos en un activo utilizable, confiable y escalable.
Cuando una empresa implementa un buen modelo de data governance, no solo mejora la higiene digital; desbloquea capacidades que antes eran inalcanzables:
Pero el impacto más profundo no aparece en ninguna hoja de cálculo: la gobernanza crea confianza.
Confianza en que las pizzas saldrán bien.
Confianza en que los datos están donde deben.
Confianza en que la empresa puede avanzar sin miedo al caos informativo.
En última instancia, esa es la verdadera lección que nos deja La Governanza: que detrás de cada resultado consistente —ya sea una pizza o un dashboard— siempre hay un sistema que inspira confianza.
La Governanza no existe, pero quizá debería. Porque encarna, con una sencillez casi pedagógica, el modelo operativo que cualquier organización debería aspirar a construir cuando depende de los datos para funcionar, decidir y competir.
No es casual que una escena tan cotidiana como la de una pizzería pueda explicar con tanta precisión lo que ocurre cuando una empresa profesionaliza su relación con la información. La gobernanza de datos no es una tarea técnica ni un ejercicio burocrático: es una disciplina humana, organizacional y cultural que sostiene la coherencia, la confianza y la capacidad de generar valor.
Por eso, la verdadera pregunta para las compañías no es si necesitan gobernanza de datos, esa parte está resuelta. La pregunta importante es:
¿Está tu empresa lista para operar como La Governanza?
Las organizaciones que respondan “sí” son las que liderarán la próxima década: más ágiles, más responsables, más capaces de convertir datos en mejores decisiones de negocio.
Las que no, seguirán improvisando pizzas que nunca sabrán igual.
Antes de avanzar, muchas empresas necesitan saber dónde están realmente en su camino hacia la madurez del dato. Para ello, es útil contar con un marco objetivo que permita evaluar su nivel actual y las acciones necesarias para progresar.