Las smart cities están en boga últimamente, ya que hay ciudades en todo el mundo que se interesan en el uso de las nuevas tecnologías. Esas ciudades ya no son algo futurista que sueñan los más creativos, sino que ya hay lugares reales en todo el mundo que están incorporando la tecnología de forma innovadora en la vida cotidiana.
Observemos de cerca una smart city en comparación con una ciudad convencional. ¿Cuáles son las diferencias entre ellas? En otras palabras, ¿qué hace una smart city inteligente?
¡Te sorprendería saber cuántas cosas puede llegar a hacer una smart city!
Piensa en qué ves cuando caminas por la calle de una ciudad normal. Edificios, coches, farolas, árboles, basuras… En una smart city deberías echar un segundo vistazo a algunos de estos objetos mundanos. Internet of Things abre un gran abanico de posibilidades.
Usemos las farolas como ejemplo. Una ciudad normal tiene farolas normales. Pero en una smart city podría ser mucho más de lo que parece a simple vista.
Una farola inteligente no solo incorpora elementos como bombillas LED para reducir el uso de electricidad, sino que también puede tener sensores instalados. Estos sensores pueden medir diferentes cosas, como el hecho de si hay o no personas en la calle para poder reducir la intensidad de la luz y el gasto que produce. También podría medir la calidad del aire, algo en lo que los ayuntamientos están muy interesados.
En una ciudad inteligente, los ciudadanos dan forma a la ciudad. Son participantes activos en su creación y en su manera de funcionar. Esta diferencia entre smart cities y ciudades convencionales a menudo pasa desapercibida, pero la participación ciudadana es esencial en una smart city.
Eso significa que las smart cities pueden adaptarse a las necesidades de los ciudadanos y pueden crecer y cambiar con ellos.
Detroit llevó a cabo un proyecto smart city recientemente en el que se equipó a jóvenes con kits para recopilar sus propios datos, como el tráfico peatonal, calidad del aire y temperatura y luego encontrar soluciones. La misma tecnología se usa también en ciudades de todo el mundo para medir la integridad estructural. Se ha adaptado de forma que cualquiera puede usarlos en su día a día para colaborar en la mejora de su ciudad.
Eso significa que los ciudadanos pueden trabajar en soluciones para problemas de forma rápida y flexible. También significa que se pueden solucionar los problemas reales de la vida cotidiana. A veces, las autoridades locales pueden no percatarse de que existe un problema. Sin embargo, en una smart city los ciudadanos pueden asegurarse de que lo saben, e incluso pueden proponer soluciones.
En una ciudad convencional puede ser que tengamos que esperar un largo rato para el siguiente bus sin saber cuándo va a llegar. En lo que se refiere a urbanismo, están tratando de conseguir crear las líneas que los pasajeros necesitan.
En una smart city podemos consultar el tiempo de espera, ya sea mediante smartphone o una marquesina que muestre la información más reciente. Las líneas de bus también podrán diseñarse de forma óptima gracias a los datos sobre el comportamiento real de los ciudadanos. Incluso podría usarse un bot, como nuestro Intelligent City Bot para guiar a las personas por el sistema de transporte.
En general, esto hace que el proceso de desplazamiento sea más eficiente y más eficaz para todos.
Hay diferencias entre las smart cities y las ciudades ecológicamente sostenibles, que se centran principalmente en hacer que las ciudades sean más verdes. Sin embargo existe cierto solapamiento, de forma que las smart cities acaban siendo también ciudades sostenibles.
Monitorizar los datos puede ayudar a las ciudades a diseñar políticas más eficientes energéticamente e identificar áreas de mejora. Puede ayudarles también a entender qué están haciendo sus ciudadanos y llegar a soluciones más eficientes.
Mediante farolas como las descritas anteriormente la ciudad de Barcelona redujo el gasto energético en un 30 %, lo que significó un ahorro de 30 millones de euros anuales.
La gestión de los presupuestos es un tema importante para los ayuntamientos y administraciones locales y puede resultar difícil distribuirlos de forma que cubran todas las necesidades de una ciudad. Sin embargo, como la tecnología smart city prioriza la eficiencia, proporciona muchas oportunidades de reducir los gastos. En una ciudad de California las tecnologías permitieron reducir el consumo de agua en un 20 %.
También pueden ayudar a las administraciones locales a identificar dónde se encuentran los problemas reales mediante datos. Eso significa que en vez de hacer suposiciones pueden tomar decisiones basándose en necesidades reales. Algunas herramientas como nuestra premiada Smart Social Care incluso pueden predecir qué áreas necesitarán ayuda en un futuro.
Un estudio estima que las ciudades pueden ahorrar hasta 2,96 € por cada 1€ que invierten en tecnología.
Estas son solo algunas de las cosas que hacen que una ciudad sea una smart city. Si comparamos ciudades convencionales con smart cities queda claro que tanto ciudadanos como ayuntamientos pueden salir beneficiados de muchas formas. Cualquier ciudad puede ser una smart city, ¡solo hace falta un poco de tecnología!
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